domingo, 4 de agosto de 2013

Mano a mano

Dice un proverbio Zen: “Ser feliz es muy sencillo... lo que es difícil es ser sencillo”. Estoy, como ofrece una respuesta alternativa a un tipo determinado de encuestas, “plenamente de acuerdo”.
El pasado 11 de julio presenté mi libro en Candelaria. Como no tengo aún distribuidora he ido haciendo un recorrido por el Valle, nuestra querida hendidura como lo denomino, cariñosamente, en “la última luna de Achinech” y en el que se desarrolla gran parte de la historia que allí se cuenta.

La villa mariana de Candelaria que, para mí, aún mantiene la esencia de un pueblo de pescadores, de buena gente costera; unas raíces, que encarnan los guanches, bañadas por el mar.
Hablando del mar y de la autenticidad les diré que tampoco dispongo de patrón o de “padrino”, si así se prefiere llamar. Aunque esta circunstancia no me dejó amarrado a puerto. Me he embarcado en esta singladura casi con lo puesto y sin saber mucho acerca de los nuevos aparejos y artes de pesca que envuelven a la literatura. Quiero creer que si tienes bien dispuestas las velas de tu embarcación, en una posición que aguanten firmes los embates traicioneros del soplo, para cuando se levante el viento favorable lo atrape y nos haga avanzar; lo demás viene surcado.

Como cantaba Machado en su poema hecho copla por Serrat: “golpe a golpe, verso a verso... se hace camino al andar” y yo supongo que también al navegar o escribir .
Y escribía en la entrada anterior, hoy va la cosa un poco de proverbios orientales, -lo siento pero me orienta-n- que: “cuando uno camina sólo va más rápido, pero cuando anda acompañado llegará más lejos”.

Todo esto viene a colación porque me gustaría agradecer la acogida que tuve, en el viejo asentamiento de la patrona de Canarias, por parte de los candelarieros que asistieron al acto de la presentación y, más que nadie, el apoyo que me brindó el Padre D. Jesús Mendoza.

Muchas gracias Padre Mendoza por ser felizmente sencillo, porque es buena gente, por sacar a relucir las raíces ancestrales que nos unen –de Agaete a Achbinico y viceversa-, por vigilar los nuevos amaneceres de nuestra Morenita, por hacer los senderos con verdades que llegan a los más lejanos destinos... en fin, por aceptarme el mano a mano que hicimos sólo en pro de la cultura aborigen.

Y termino con otra cuestión marinera, de ésas de pensar: ¿Qué nos importa tener viento a favor si no sabemos a dónde vamos?