domingo, 3 de mayo de 2020

La celda infinita


Diario en Cuarentena

La celda infinita

Miro afuera desde los confines del hogar. A través de la frialdad de la ventana, la calle semeja un decorado descriptible en el que todo está por pasar o ya no hay futuro. Es un presente imperfecto. Falto de entusiasmo. Una probabilidad cierta de que lo imposible sucedió. Pasan los días entre los escombros de las paredes que se me vinieron encima, donde juegan a subirse los hijos que tuvimos para buscar la diversión en el peligro. Los niños, ya se sabe, optan por reclamar el devenir, por experimentar las bondades de la intemperie que nos amenaza. Son el paradigma de la naturaleza. Ejemplos adorables de superación que merecen cada una de sus oportunidades de crecimiento y realización.
El hombre tiene que ser más humilde y debe respetar y acompañar a la naturaleza. Mujica - perseguido y encarcelado por sus ideas.
A salvo, por arte de imaginación, en la presunta seguridad de nuestras trincheras a retaguardia el rabillo de los ojos se nos distrae a franquear los parques enrejados, va a sentarse en un banco de la plaza vetada por cordones policiales, se asoma a un patio de colegio mudo e inservible. Un enemigo que no se ve acecha. Las prisas que nos envejecían quedaron detrás. La urgencia de los planes que esquilmaban nuestro día a día, se esfumó junto al porvenir. Habrá que atracar, de una puñetera vez, este horizonte nuevo al alcance de la mano.
 Yo todavía tuve un sueño… aunque enfrentemos las dificultades de hoy y mañana… ahora es el momento de no regresar a la antigua normalidad… Sabiendo que seremos libres un día… ¡Qué resuene la Libertad! Luther King – perseguido y asesinado por sus sueños.
Lo escribo para que no se me olvide. Se escribe como se vive. Lo increíble se escribió tantas veces. Y se escribió porque ocurrió. Yo quiero tener todavía un sueño en el que reconocer nuestras manos limpias y la cara libre de señales.
Los que en realidad pisaban nuestras posibilidades, los que nunca arrimaron el hombro pero escondieron la mano que tira las piedras de siempre, adecentan los mantras manidos que sustituirán a mentiras caducas. Mercaderes, traficantes, más que náusea dan tristeza, no rozaron ni un instante la belleza.
La esperanza es lo último que se pierde pero la ilusión nunca debería faltar.
En la realidad a estrenar puede que nos encarrilen a caminar en soledad por las aceras. A cruzar las miradas demandantes de compañía rozando la insolencia, desde una especie de solvencia emocional impuesta por el miedo. Nos harán creer que somos juez y parte. Carceleros, anacoretas e ingenieros de prisiones personales pero, en verdad, continuaremos siendo los prófugos del sistema, portadores de abrazos, el artesano que da rienda suelta a las ilusiones, a la vista del que se pare, en su taller al aire libre. 
Voy graduándome en la veteranía de las ideas inquietas y, en agradecimiento o, tal vez, en consecuencia, homenajeo al que estaba de vuelta de todas la idas. Al que cantaba que la rosa es rosa por bella y no porque en ella respire una flor. Las cicatrices no ayudan a andar. No todo será naufragio, pasará si cada uno de nosotros sigue buscando sus rosas en el mar. Si creemos que amar en el verbo más bello. Nos va la vida en ello.
 Si hacemos la celda infinita, en lugar de contarle los pasos, terminaremos por convertirla en inmensidad.



Dedicado a Luis Eduardo Aute
 L.E.A.

domingo, 26 de abril de 2020

Con los valores puestos


Diario en Cuarentena

Con los valores puestos

Ando con la lágrima a flor de piel. Será porque me desnudé de flores y de trampas. Sigo revolviéndome con las letras aderezadas con notas que dejó Aute, dedicadas a los que buscan mensajes en lo bello. Encuentro alguna clave y, sin embargo, me muestro contradictorio. Será lo que mueve a que escriba pero, detrás de la página, esquivo la mirada a los seres íntimos para enjugar una emoción reincidente. No quiero se den cuenta de lo que me hace mella ni alertarlos más de lo necesario. Presiento que es un error calculado el llorar sólo a solas. Continuar callando en cualquier apretar de dientes, bien de ira o por tristeza. 
Presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga...
 Cierro los ojos cuando despierto al alba, sacudo la opresión de la marca provocada por la máscara sobre el rostro, lavo mentalmente unas manos de plástico que no son mías. Nada parece alejar esta pesadilla, dicen los más viejos, que ya nos tocaba por generación. Hace años que el mal de tantos no me consuela. Ni siquiera el daño que me infrinjo por no conocer mis puntos sensibles. Renunciar a uno mismo no es una evolución. Nos habremos equivocado al redondear el mundo derribando los muros de la incomunicación, o allanando fronteras escarbadas entre afines. Los atrapados por la red del conocimiento deben pagar una renuncia en vida. Y si no, el precio desorbitado de la soledad.
Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar…
En lo alto de las vertientes hay personajes que sobreviven a cualquier costa. Medran por los meandros de la mediocridad, orillan compromisos y discurren maldades. Se valen del medio que sea para lograr sus desahucios.
No me voy a detener en arrancar los palos que meten en el avance común; en discutir sobre derechos consolidados a cuenta de sangre y sudores fríos y que se ejercen, o no, practicando el don terrenal del libre albedrío.
No quiero malgastar otro instante en desmontar confesiones absolutas; en arrastrar el carro, tapado por la vieja manta de la falsedad, que renquea de cargar hasta los topes con egoísmos. Los que buscan oro cavan mucho y encuentran poco.
No pienso arriar de mástiles dorados el engaño sucio de la codicia. No emplearé un roce de fuerza en persuadir a vencedores de su derrota moral, o en derrochar una brizna de ilusión para restaurar limosnas saqueadas. Es batalla o empresa perdidas.
Manrique, Unamuno, tantos clarividentes ya fracasaron antes. Tampoco soy más que nadie ni nadie para dar consejo. No hago historia en pensar que todos deberíamos aprender en cabeza propia.
Venceréis pero no convenceréis…y llegados son iguales los que viven por sus manos que los ricos.
Ando con la lágrima a flor de piel por los que aplauden al que acaban de salvarle la vida. Se alegran del bien ajeno. Por los que aplauden a los que aplauden. Los que no le bajan la mirada a la muerte cuando viene a llevarse a unos desconocidos que han convertido en alguien suyo. Por los que aprietan la mano en la lucha o, llanamente, para despedirse juntos. Aman, luego viven. Siguen existiendo. Incluso allá, donde empiezan las vertientes, hay personas que mueren con los valores puestos.   


sábado, 18 de abril de 2020

Los sonidos calan

Diario en cuarentena
Los sonidos calan
Ayer me vino a la memoria el principio de un capítulo que escribí en otro tiempo, un tiempo distinto a este en el que vivimos porque, la vida, toda forma de existencia, se abre paso.
Caminaba entre los silenciosos pinos, con tregua, para no despertarlos tan de mañana y, de esta manera, la sentí cómplice a la brisa que mecía el sueño de sus ramas. De paso en paso paraba a acariciar algún brote de árbol, color mar en calma, en contraste con el verde intenso de sus ancestros; como queriendo mitigar en parte su congoja al no tener asegurado un trozo de cielo por el cual asomarse a la vida...
Y se me vino al presente, intuyo, porque una tarde de marzo sin pensármelo más de una vez, me planté en el monte conocido. Porque algo tiene que recordarnos lo pequeños y vulnerables que somos. Un renuevo a ras de tierra que aspira a un cacho de azul. La poca trascendencia que aparentamos al sol. Lo altos que nos creemos al abrigo de las ramas bajas.
Caminé por el mismo sendero que describí desde el recuerdo de flor aplastada por una página de libro. Mi paisaje de adolescencia, de juventud y ese otro ayer, menos lejano, de madurez incrédula. Me extrañó ver tan cerca a dos pajarillos enamorando a la tardanza de la primavera. Ajenos a mi peligro. Eran pardos como la lluvia, preciosos y se habían encontrado. ¿Qué más se puede desear? Yo había ido en busca de la tranquilidad que hallé de nuevo. La brisa que tararea una nana. El silencio de estar en paz con la copa bien alta. Te quieros de picos felices. Llegué a casa empapado por ruidos alegres.
Hoy se fue mi querido Aute, un referente de arte y meditación. Enseguida, necesité escucharlo para cerciorarme de que su música se había quedado conmigo. Enmarañada a emociones añejas, a sus versos atinados. Esa melodía de toda la vida me llevó a aquello de que el pensamiento no puede tomar asiento. Que el pensamiento es estar siempre de paso... Me llevó a pensar en lo poco que lloramos en compañía.
la memoria viaja libre e inquieta. Desordenada, a salto de vivencias. Cruel en ocasiones, las más de las veces nostálgica de un entorno sentimental de unos rostros que ya no llevan nuestros nombres. Aute y la fotografía del pasado. Lo que pasó, siempre de paso, no sabremos si fue peor pues yo también siento que ese tiempo que se fue no ha sido nunca nuestro.
Algún día después al del paseo revelador nos declararon en estado de alarma. Lo único bueno, recordé, es aquel olor natural que permanece bajo la ropa y la añoranza de mi respiración sobre la piel mojada de sonidos. 

domingo, 8 de diciembre de 2013

Un día en la vida de John

Era cierto que es una “auténtica suerte” tener una cafetería, en la cuadra siguiente a donde vivo, en la que sirven un empezar del día tan suculento. “Café la Fortuna”. Continúan gustándome los juegos de palabras. Condición indispensable para un músico que pretenda conseguir atrapar una buena letra para esas llamemos...  liebres de inspiración. Hoy desayunaré un poco más italiano, porque, además del capuchino, los huevos revueltos –casi continentales, imprescindibles y de gratos recuerdos- me comeré uno de esos dulces rellenos de crema. ¡Qué raro estoy! Otro lunes de buen humor.
- ¿Éste de aquí, sir? –Me adivinó como siempre el deseo, Richard.
Señalaba, con cierto aire de magnificencia, el croissant al que no le había quitado ojo desde que lo descubrí trás el cristalino expositor.
- No sé cómo demonios lo haces, Richy. Será porque eres nieto de un… bendito adivino de las montañas escocesas. Sí, ese mismo…, y no me llames, sir –tuve que sonreír- sé que lo haces por agradar a la inquina irónica de tus ancestros.
-Aparte de mofarse de esos ridículos tratamientos que se estilan en su... nunca bien amada Inglaterra, mis antepasados highlanders se deben estar revolviendo en sus tumbas porque hoy…, me levanté con malas sensaciones. En fin…
Se fue y volvió a la mesa con una bandeja rebosante con todos los cubiertos.
- Casi no le reconocí al entrar…, Mr. John –habló, de nuevo, el barman-. Se preguntará por qué. Lo único que puedo sugerirle es que vuelve a llevarse el estilo de corte de pelo a lo Elvis. No alcanzo a entender la razón última por las que “desaparecen” personas tan valiosas. Por cierto, eso sí que es música.
Después de dejar caer el ensortijado consejo, su queja y la irreverencia se alejó hacia la barra canturreando “Love Me Tender”.
Él era uno más de los atractivos de este sitio, pensé, mientras me di a devorar todo lo que tenía al alcance y a lamentar la frenética mañana que me esperaba.  
Salí del afortunado café y me encaminé a una conocida barbería de West Side, en la misma 72.
Al otro lado de Nueva York un hombre de unos 25 años de edad, y mediocre en todo lo demás, compró un ejemplar de “El guardián entre el centeno”.
- ¿Podría facilitarme, librero, una de esas plumas que usamos los escritores para firmar nuestras obras? Será un instante.
La tienda por el género que vendía y más por la hora estaba desierta. “Desde luego que éste no es J.D. Salinger…, bueno un loco más en la gran manzana”, meditó a la vez que alargaba al cliente lo que le había pedido. No quiso evitar leer, a hurtadillas tras la pasta marrón de sus anteojos, lo que escribió el enigmático joven sin soltar de su sobaco una copia del LP “Double Fantasy”.
Para Holden Caulfield. De Holden Caulfield. Esta es mi declaración”.
Pasado el mediodía, camino a casa, John recordó la fotografía que había seleccionado de entre todas las tiradas durante la titánica sesión. Estaba como poco antes de venir al mundo: en posición fetal, acurrucado junto a su pareja. Y ella, perdida, ajena a su caricia. Captaba, fielmente, la relación que mantenían en la actualidad. O quizá fuese premonitoria, cíclica... la soledad del orígen.
 En el portal había varios curiosos, como siempre. Un individuo se acercó a la estrella. En una pistolera, pegada al interior de la camisa, portaba un revólver 38 Special de Charter Arms. En silencio, le extendió una copia del LP “Double Fantasy” que se sacó de debajo del otro brazo. John escribió su nombre completo seguido de 1980.
- ¿Es todo lo qué quieres? –preguntó cortés.
 Ambos sintieron un destello y, de inmediato, el cansino ruido de una cámara fotográfica. La celebridad sonrió al reconocer la cara del reportero. El seguidor se alejó, probablemente, cambiando de planes.
En idéntico lugar, unas horas más tarde, permanecía aquel hombre parado en la sombra de uno de los arcos que conformaban la fachada del edificio Dakota. Sus manos, en los bolsillos de un grueso gabán que le protegía del invierno en aquella noche del 8 de diciembre, acariciaban dos objetos podría decirse que antagónicos: el lomo de un libro que contenía una suplantada declaración de culpabilidad y un gatillo sin sentimientos.
La limosina enfiló la Calle 72 Oeste.
Diez para las once. Saludaré un momento a los fans. ¡Tanto rato esperando! Y este frío. Se lo merecen. Espero que Sean no se fuera a dormir ya. Aunque es tarde. Sólo cinco añitos. Tengo que pasar más tiempo con él… -John se habló sin mover sus labios.
- Nos bajamos aquí, querida. Serán unos saludos. ¡Ve delante y dile a nuestro hijo que me gustaría darle las buenas noches!
La mujer entró a la residencia. Unos minutos cordiales. La sombra bajo el arco disparó cinco balas de punta hueca que salían de un 38 Special. Un tiró pasó por encima de la cabeza de la víctima impactando en un portón abierto del inmueble. Sin embargo, dos entraron por la espalda saliendo por el pecho; uno le toco el cuello y el otro destrozó su hombro izquierdo.
Tengo que subir estos peldaños. Sean me espera. ¡Cómo duele…! Amor mío. ¡Ya no creo en nadie! Sólo en Yoko y en... en mi hijo... Imagina que no hay paraíso. No hay nada por lo que matar o morir..., toda la gente viviendo la vida en paz.
- Jay…, me dispararon –vomitó una substancia carnosa y se desplomó.
Soy un soñador... se me va la vida… Ningún infierno debajo de nosotros... solamente, cielo.
El conserje cubrió el cuerpo de Lennon con la chaqueta de su uniforme. Le quitó las gafas, redondas, ensangrentadas.

domingo, 4 de agosto de 2013

Mano a mano

Dice un proverbio Zen: “Ser feliz es muy sencillo... lo que es difícil es ser sencillo”. Estoy, como ofrece una respuesta alternativa a un tipo determinado de encuestas, “plenamente de acuerdo”.
El pasado 11 de julio presenté mi libro en Candelaria. Como no tengo aún distribuidora he ido haciendo un recorrido por el Valle, nuestra querida hendidura como lo denomino, cariñosamente, en “la última luna de Achinech” y en el que se desarrolla gran parte de la historia que allí se cuenta.

La villa mariana de Candelaria que, para mí, aún mantiene la esencia de un pueblo de pescadores, de buena gente costera; unas raíces, que encarnan los guanches, bañadas por el mar.
Hablando del mar y de la autenticidad les diré que tampoco dispongo de patrón o de “padrino”, si así se prefiere llamar. Aunque esta circunstancia no me dejó amarrado a puerto. Me he embarcado en esta singladura casi con lo puesto y sin saber mucho acerca de los nuevos aparejos y artes de pesca que envuelven a la literatura. Quiero creer que si tienes bien dispuestas las velas de tu embarcación, en una posición que aguanten firmes los embates traicioneros del soplo, para cuando se levante el viento favorable lo atrape y nos haga avanzar; lo demás viene surcado.

Como cantaba Machado en su poema hecho copla por Serrat: “golpe a golpe, verso a verso... se hace camino al andar” y yo supongo que también al navegar o escribir .
Y escribía en la entrada anterior, hoy va la cosa un poco de proverbios orientales, -lo siento pero me orienta-n- que: “cuando uno camina sólo va más rápido, pero cuando anda acompañado llegará más lejos”.

Todo esto viene a colación porque me gustaría agradecer la acogida que tuve, en el viejo asentamiento de la patrona de Canarias, por parte de los candelarieros que asistieron al acto de la presentación y, más que nadie, el apoyo que me brindó el Padre D. Jesús Mendoza.

Muchas gracias Padre Mendoza por ser felizmente sencillo, porque es buena gente, por sacar a relucir las raíces ancestrales que nos unen –de Agaete a Achbinico y viceversa-, por vigilar los nuevos amaneceres de nuestra Morenita, por hacer los senderos con verdades que llegan a los más lejanos destinos... en fin, por aceptarme el mano a mano que hicimos sólo en pro de la cultura aborigen.

Y termino con otra cuestión marinera, de ésas de pensar: ¿Qué nos importa tener viento a favor si no sabemos a dónde vamos?

martes, 9 de julio de 2013

¡Más vale: bien acompañado!

Aconseja un proverbio oriental “cuando uno camina sólo va más rápido, pero cuando anda acompañado llegará más lejos”.



  Así que, invito, a todo el que quiera acompañarme el jueves 11 de julio en la Biblioteca Municipal de Candelaria a la presentación del libro: “La última luna de Achinech”, a las tierras costeras de la villa mariana.


Participa y colabora en la realización del acto el Padre Don Jesús Mendoza.


Contaremos con la actuación musical del cantautor Ángel Curbelo al que acompañará en la percusión Samuel.


Vamos a ver, entre todos nosotros y contando con vuestra compañía, lo lejos que llegamos.

martes, 25 de junio de 2013

Gracias Agache

A veces vamos y venimos por la vida como si no fuera con nosotros. Postergando ganas; haciendo planes de futuro irrealizables; recordando tiempos que, tal vez, no fueron mejores. Si ya se, como dice Sortibán el ciego, en un pasaje de “La última luna de Achinech”: aprender a vivir es lograr pequeñas y grandes renuncias. Es verdad, no se puede tener todo ni siquiera pretenderlo, coincido con él. Pero como también expresa mi querida Sibisse, otro de mis personajes, la esperanza es lo último que se pierde pero la ilusión nunca debería faltar.

Decía, en agradecimiento, después de la acogida que tuve en Arafo, que yo me quedo con lo positivo. Sobre todo, con el buen fondo de la gente que me voy encontrando por el camino.
Hay un algo, lo más destacable a nivel sentimental, que me ha aportado esta experiencia narrativa en la que me he aventurado. Después de darle unas cuantas vueltas al corazón, sigo ahondando en lo que de verdad nos toca por dentro.

A donde quiero ir a parar es que lo que realmente me ilusiona, de este proyecto literario, es la posibilidad de ir girando llaves. Esas que abren los desvanes donde guardamos lo mejor de nosotros mismos. Quizá sea  porque al escribir abres el alma de tu casa de par en par. Gracias a aquellos que han compartido conmigo las muchas cosas bonitas que empolvan, pero cuidan, en su interior.