domingo, 26 de mayo de 2013

¡Buen viaje!


El que quiera baje a hacer una parada en el camino, a veces, es bueno darse cuenta, desde el sitio, del pasar de la vida; al menos, en la espera de coger la prisa siguiente. Mientras tanto, con la mirada abierta alrededor pero atrancada a los prejuicios..., ¿qué vemos? A mí me ayuda a hacerlo cuando estoy encima de un monte, al borde de un barranco, llegando a una isla conocida o al escuchar como se descascarillan las olas.
Entonces, casi sin esfuerzo, doy un plumazo de imaginación para quitar lo añadido a los paisajes; y me quedo con los matos y sus verdes, lo ensordecedor de la claridad en la noche o el matiz siempre cambiante que dan estaciones y momentos a la luz del cielo o, escuetamente, con un préstamo de mar. 


jueves, 23 de mayo de 2013

Maneras de expresar


Hablando de Canarias y autenticidad, al margen de todas esas interioridades que nos unen: paraderos, océano, barros, socarronería, lucha, vientos, justicia, tierra, nostalgia, juegos, libertad, alegría, historia, penas, solidaridad, trabajo, franqueza... tanto que yo que sé; el amor por la vida, la vida por amor; querría detenerme, otra vez “mi niño-a”, en el nudo de nuestro lenguaje.
La lengua es definida por quien sabe como: “sistema de palabras que utiliza una comunidad de hablantes para comunicarse. Forma de hablar o de escribir característica de un grupo de personas, de un autor, de una región o de un periodo determinado” (...). No cabe duda que los canarios somos un grupo de gente que vivimos en comunidad por esta región, y nos comunicamos con una forma de hablar característica. Tal vez, no se trate de abrir los pliegues del pasado para hallar un idioma enterrado en el desierto por los saqueos continuos, como si fuese una reliquia cifrada que todos admiran y nadie entiende. Quizá, y aquí intento quitar mi granito de arena, sea excavar con paciencia, palabra a palabra, las piezas que sobre la riqueza lingüística que se ha ido acumulando a lo largo de la historia: constituyan el gigantesco esqueleto de nuestra expresión - La última luna de Achinech – Fernando Marrero”.

sábado, 11 de mayo de 2013

Los compañeros de viaje


Cualquier andadura, a los confines de lo imaginado o a doblar una esquina,  empieza por un primer paso. El viajero apasionado sabe que lo importante es el camino y no el lugar adonde va. Y, más que nada, lo que se encuentra  mientras andamos o en las posadas.
Tras la soledad que encierra la decisión de ponerse en marcha surge la necesidad de compartir lo vivido en cada etapa. Y en esto de la literatura, aunque seas un lobo de la estepa desarrollando el oficio de los solitarios, van surgiendo las compañías en forma de personajes. Puede que alguien piense que estos entes ilusorios se pueden traer y obviar a conveniencia. En mi caso, nada más lejos de la ficción, se vuelven reales una vez creados. Toman sus propias decisiones, no están de acuerdo con sus papeles y adquieren o difuminan protagonismo, en fin, marchan o aparecen en medio del relato siguiendo un antojo adolescente.


En cuanto a la historia, sus

 actores, igual de traviesos 

      que en el imaginario, se 

          vuelven figuración; pero 

            a los hechos me remito:


“... Empezando por querer aclarar que, alejándome del tópico, cualquier parecido de los personajes históricos con la realidad no es en absoluto coincidencia. Dicho sea, en humilde descargo, que los acontecimientos a los que intento fajarme son cuanto más: escasos en su narración y cernidos en el olvido intencionado de los que ganan las guerras y escriben lo que no pasa. Que se ha reconstruido a trocitos dispersos y por autores cada uno en su siglo. Desde luego, con lo hallado y lo que imagino, he mirado por ceñirme a la probidad de los hechos conocidos. Por supuesto, las descripciones emocionales de estas personalidades auténticas corren, como las inventadas, por entero de mi cuenta. La última luna de Achinech – Fernando Marrero”.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Estrellas alumbrando veredas

En cada camino hay una noche y en cada noche hay un camino. Y muchos tropiezos, alguna caída, pero también la alegría de avanzar. Aunque las sendas se llenen de mentiras siguen estando bajo la maleza. La  mayor parte de las veces tenemos que limpiarlas a machetazos de verdades, con la fuerza de la razón y sudando sensatez a mares. Cuesta y vale la pena el esfuerzo porque el que busca: encuentra. Seguir los rastros, las señales... las huellas indelebles de quienes hicieron o indicaron los fines: esos luceros que alumbran las veredas por las que cada uno se aventura.  Las estrellas de mi historia, no porque la posea sino es que la cuento a mi manera y, por ello, corre de mi cuenta, me animaron a seguir su ejemplo cuando estaba cansado; ofrecían agua en los abatimientos; me guiaron en medio de las oscuridades; en fin, encendieron los caminos que nos ayudan a alcanzar la identidad canaria:    
  Creo que si mirásemos siempre al cielo,
acabaríamos  por tener alas – G. Flaubert
.
“... También vaya el agradeci- miento para los que recogieron y contaron, cada cual como le fue permitido o entendió, nuestra historia –que la tenemos y grande-. Entre éstos, remarco al fraile dominico D. Alonso de Espinosa porque fue al leerle los renglones y entrelíneas lo que motivó la escritura de “La última luna de Achinech”; así como, al incansable rebuscador de las pequeñeces importantes el Dr. Don Juan Bethencourt Alfonso, por su tenacidad, buen hacer y cariño que puso en conservar lo nuestro; a la vez que me brindaba con su complicidad. –Fernando Marrero”.