Dice un proverbio Zen: “Ser feliz es muy sencillo... lo que
es difícil es ser sencillo”. Estoy, como ofrece una respuesta alternativa a un
tipo determinado de encuestas, “plenamente de acuerdo”.
El pasado 11 de julio presenté mi libro en Candelaria. Como
no tengo aún distribuidora he ido haciendo un recorrido por el Valle, nuestra
querida hendidura como lo denomino, cariñosamente, en “la última luna de
Achinech” y en el que se desarrolla gran parte de la historia que allí se
cuenta.
La villa mariana de Candelaria que, para mí, aún mantiene la
esencia de un pueblo de pescadores, de buena gente costera; unas raíces, que
encarnan los guanches, bañadas por el mar.
Hablando del mar y de la autenticidad les diré que tampoco
dispongo de patrón o de “padrino”, si así se prefiere llamar. Aunque esta
circunstancia no me dejó amarrado a puerto. Me he embarcado en esta singladura
casi con lo puesto y sin saber mucho acerca de los nuevos aparejos y artes de
pesca que envuelven a la literatura. Quiero creer que si tienes bien dispuestas
las velas de tu embarcación, en una posición que aguanten firmes los embates
traicioneros del soplo, para cuando se levante el viento
favorable lo atrape y nos haga avanzar; lo demás viene surcado.
Como cantaba Machado en su poema hecho copla por Serrat:
“golpe a golpe, verso a verso... se hace camino al andar” y yo supongo que
también al navegar o escribir .
Y escribía en la entrada anterior, hoy va la cosa un poco de
proverbios orientales, -lo siento pero me orienta-n- que: “cuando uno camina
sólo va más rápido, pero cuando anda acompañado llegará más lejos”.
Todo esto viene a colación porque me gustaría agradecer la
acogida que tuve, en el viejo asentamiento de la patrona de Canarias, por parte
de los candelarieros que asistieron al acto de la presentación y, más que
nadie, el apoyo que me brindó el Padre D. Jesús Mendoza.
Muchas gracias Padre Mendoza por ser felizmente sencillo,
porque es buena gente, por sacar a relucir las raíces ancestrales que nos unen
–de Agaete a Achbinico y viceversa-, por vigilar los nuevos amaneceres de
nuestra Morenita, por hacer los senderos con verdades que llegan a los más
lejanos destinos... en fin, por aceptarme el mano a mano que hicimos sólo en
pro de la cultura aborigen.
Y termino con otra cuestión marinera, de ésas de pensar:
¿Qué nos importa tener viento a favor si no sabemos a dónde vamos?